Se atreven a seguir mis locos desmadres...

domingo, 16 de mayo de 2010

Una mascota de Komodo (DeMadre VI)

Miente quien no haya escuchado -o hecho- una petición de mascota en el más dulce de los tonos. Y miente quien no conozca a algún padre/madre que no haya caído en la trampa.

Criada en el campo, nunca pedí animales. Ellos, simplemente estaban. Había vacas con sus becerritos y los intimidantes padrotes (que en esa época, para mí sólo eran bueyes); un caballo viejolo; cabras, cerdos, gallinas, pollitos y gallos; conejos, tortugas, pájaros (de los que no se enjaulan), varios perros, y gatos, gatos, y más gatos.

Cuando el tiempo pasó y me tocó a mí pagar la renta, no había forma de tener esa variedad de animales, ni mi deseo de limpiarle las bolitas a los conejitos.

Los pets de los niños citadinos son los peces, guinea pigs, pajaritos enjaulados, perros de tamaño pequeño o diminuto; y gatos, que mientras más grandes e imponentes, mejor.

Afortunadamente, los baby boomer parents de los internet kids, que vivimos en ciudades, o suburbios de espacio limitado, no tenemos espacio para cualquier mascota. Lo ideal es un golden fish en una copa. Pero el maldito Internet le provee a la nueva generación de enanos la facilidad de pedir “on line at any time” culebras, lagartos, gallinas de palo, o las espantosas criaturas de Komodo.

Para peticionar legalmente lo ilegal surgen las variaciones en los nombres que te ganaron los ovarios: “Mamá, Máma, Mami, Mamita, por fa, porfi, plis, pretty please”; y los razonamientos baratos: me he portado bien, saque buenas notas; no le he arrancado la cabeza a mi hermano... “

Tanto chavan hasta que la madre de corazón blandito cae. Y yo, como además lo tengo frágil, caigo más rápido que ligero.

Pero el mismo bendito Internet puede estar de nuestro lado.

Esta Súper-Dúper-Mamisonga se valió del on-line-shopping para encontrar un Dragón de Komodo amigable para la familia, el hogar, los niños; el Departamento de Recursos Animales, así como para las autoridades de transportación y verificación de animales exóticos que abundan en los aeropuertos de todo el mundo, quienes velan para que los dragones, si son de Komodo, que allá permanezcan cómodos.

Pues bien, la bella madre que aquí se confiesa, encontró, pidió, pagó y le regaló al muchachito la amorosa dragona komodina. “Buba” (no sé ni quién ni cómo se descubrió que era nena) fue aceptada tan pronto plantó las 4 patas en la mesa del comedor.

No estoy segura de cuál es la expectativa de vida de las bubas, pero ésta lleva en casa más de 15 años. No me atrevo celebrarle el onomástico, porque no lo trajo la garantía de compra. Supongo que usualmente los niños no las cuidan apropiadamente... o las madres.

Buba se ha mantenido en el cuarto de mi hijo favorito (de los mayores). Salía para asustar a desconocidos desde el carrito de la compra, el cristal de la ventana del auto... o en la oficina de la madre, donde el niño pasó muchas tardes después de clases.

Con extrema comodidad, nuestra Buba de Komodo, sigue asustando a quienes se atreven a penetrar la cueva –o habitación- del muchachito. El hoy aspirante a Juris Doctor, la mantiene debajo de la cama, muy cómoda. Ella no se mueve. Sólo asoma la cabeza. Ya no saca la lengua porque mi hijo menor –el Favorito de los Menores- se la arrancó despiadadamente. A Cualquiera le podría suceder.

Por suerte, solo le dolió al dueño del reptil plástico.



(Foto x Cassiopeia)


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