Se atreven a seguir mis locos desmadres...

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domingo, 19 de junio de 2011

Súper Papá: "motivador" del deporte del aro y el balón (V)

El premio del Súper Papá, le llegó en forma de amenaza/ manipulación de parte de Mi Hijo Favorito de los Menores:

-“Mira Pá-pa, si tú no eres coach, yo no juego!”

¡Ja! ¡Música para sus oídos! Pero el muy “padre de su hijo”, le hizo el juego “difícil” al enano menor, valiéndose de varios lloriqueos. Tenía que aprovechar esa oportunidad “de oro”. Cuando nos llaman usando el acento en la primera “a”, hay que estar pendiente.

-“No puedo ser coach porque estoy viejito, gordito y canoso… trabajo mucho durante la semana…”

-“Pero Páaaaa-pa… tú puedes. Páaaaaaa-pa, porfa. No importa que trabajes mucho… Páaa-paaaa”.

A decir verdad, no recuerdo de cuántos argumentos se valió el padre de las criaturas para que le rogaran. Lo que sí podría jurar es que Mi Hijo Favorito de los Mayores y yo nos apretamos la boca para controlar las risotadas. “¡Qué manipulador!”, nos decíamos escondidos en la cocina (¿dónde más?).

Horas después, Súper Papá ya estaba inscrito como coach, cumpliendo con el otro requisito: tendría que incluirlo en su equipo, y tratarlo igual que a los demás.

Así las cosas, el otro 50% de la familia nos vimos obligados a asistir a prácticas y torneos con ropa del mismo color del equipo; gritar aunque estuvieran perdiendo, y controlarme cuando se cayera, o le metieran un codazo para sacarlo del juego, como acaba de pasar con JJ Barea (quien dicho sea de paso, se inició en el basket desde la infancia).

Vimos a Súper Papá organizando a los chicos con sabiduría y justicia, de manera que los buenos jugaran las posiciones claves, y que el banco siempre hiciera tiempo en la cancha. Súper Papá les gritaba “casita, casita” para asegurarse que recordaban las posiciones dentro de las líneas. Nunca los hizo sentir mal, ni permitió burlas cuando tiraban su bola en el canasto del equipo contrario, ¡y lo celebraban como propio!

Súper Papá invitaba a sus pollitos a comer pizza si luchaban o ganaban los juegos… y tuvo el privilegio de ver que su enano metió los puntos que le dieron el triunfo a su equipo ¡en los últimos segundos del último juego del último torneo!

El binomio se rompió cuando el enano creció y pasó a otra categoría. Para ese entonces, mi condición de salud agravó y nos sacó de la cancha a los cuatro.

*Para los que no lo sospecharon, las entradas de esta semana son un pequeño homenaje a mi esposo, el abuelo de los hijos de mis hijos… el que nos ha amenazado con criar nietos atletas…

**Por eso, la saga continuará… ¡Feliz Día de los Padres, mi amor!

NOTA de la autora: Hoy se incluyen dos multimedias; el de un guapo chiquilín llamado Diego (para compensar que hace 20 años no había youtube); y el multimedia del asqueroso golpe del sinvergüenza Andrew Bynum -centro de los Lakers- al boricua JJ Barea, quien con el golpetazo se convirtió en la atracción de los Mavericks de Dallas, y en el ídolo de los latinos aficionados al NBA. (Vale aclarar que Barea –quien es “enano” al lado de los gigantones de la NBA- ya era una estrella/ máquina de hacer puntos).

sábado, 18 de junio de 2011

Súper Papá: “motivador” del deporte del aro y el balón (IV entrega)

Con la llegada de Mi Hijo Favorito de los Menores, Súper Papá logró la meta de contar con un baloncelista “in house”. No es que no estuviera feliz de que Mi Hijo Favorito de los Mayores no fuera deportista… ¡Nooooo! Es que Súper Papá quería un baloncelista. Jugara bien, regular, o mal… pero específicamente un baloncelista.

Llegó el enano menor y volvimos al mismo ritual (véase la serie de "Súper Papá: motivador blah, blah blah de baloncesto") Volvimos a las diminutas zapatillas Converse… etc.

Esta vez, el bebito llegó con el chip de "voy a jugar baloncesto" integrado. Además de mostrarse “receptivo”, al chico le gustaba el juego. Sospecho que el padre lo hipnotizaba desde antes de nacer mientras yo dormía. Al nacer, estoy segura que hacia otro tanto durante sus ratitos íntimos aprovechado esos minutos mientas yo me bañaba o cocinaba. El asunto es que -a pesar del chip y de las sesiones de hipnosis- según se desarrollaba el recién nacido, menos características de atleta mostraba. Al nacer se le salieron de sitio ambas caderas, apenas se volteaba porque sufría de reflujo crónico, y se retrasó en hablar.

¿Panorama difícil? ¡No para Súper Papá! Paciente, y seguro de su meta, logró que el bebito superara cada una de las “situaciones”, no “impedimentos”. A los 4 años, ya estaba capacitado para jugar baloncesto, correr en la cancha y hasta gritar “briuto” cuando un compañero cometía un error.

Su hermano mayor y yo quedamos como víctimas del otro 50% de la familia: tendríamos que ir a las gradas a aplaudirle al equipo de los rojos. Posteriormente, los azules, los verdes, los amarillos, los negros, los blancos, los chinitas, rosados, lilas, violetas… grises… turquesas... según creciera y cambiara de equipo al ritmo de los torneos.

En fin, a Súper Papá se le dio la ilusión de tener un hijo baloncelista.

*De nuevo… “La saga continúa…”

viernes, 17 de junio de 2011

Súper Papá: "motivador" del deporte del aro y el balón (Parte III)

A los 5 años y tras innumerables esfuerzos y distintas estrategias –todas producto del ingenio de un Súper Papá fanático del baloncesto- no se había logrado que Mi Hijo Favorito de los Mayores se entusiasmara por el deporte del canasto y el balón.

Mi esposo se valió de todo tipo de artimañas: que si fulanito, el vecino necesitaba un compañero de juegos; y que si él tenía el cuerpo con los atributos apropiados (largo, flaco y rápido). Entregando el cheque para ingresar “a las malas” a lo que debió ser una actividad divertida, el chico hizo un issue que rayaba en un posible caso de maltrato y le exigió cinco razones por las que debía jugar baloncesto. Mi esposo se valió de los argumentos que pensó necesarios, y añadió dos:

1. Porque es un excelente ejercicio

2. Porque ayuda a desarrollar destrezas motoras

3. Porque te ayuda a socializar con otros niños de tu edad que estudian en otras escuelas

4. Porque es el deporte nacional de este país

5. Porque ya habíamos hecho el compromiso tu y yo

6. Porque por haber hecho el compromiso, pagué la matrícula y el uniforme

7. Y porque soy tu padre, y te lo digo.

Demás está decir que ese día Mi Hijo Favorito de los Mayores jugó con el entusiasmo de un aspirante al NBA; que metió los únicos puntos de su brevísima carrera en el deporte del basket; que cuando llegó a casa, siguió practicando en un canasto que su padre le había comprado… y que en la noche, le dijo las palabras más dulces que había escuchado Súper Papá sobre el deporte: “quieres ver el partido de esta noche?”

Eso sí; vale aclarar que fue la penúltima vez que tuvo un balón en su mano. Y que en vez de una carrera de atleta, se convirtió en abogado. ¿Será para defenderse de un padre que aunque ya no puede jugar baloncesto, todavía le quedan fuerzas para seducir/ hostigar a sus niet@s para que se “enfiebren” en el deporte del balón?

Eso estaría por verse.

jueves, 16 de junio de 2011

Súper Papá: "motivador" del deporte del aro y el balón (II)

Cuando algo no te gusta, no te gusta… y punto. Siempre lo he entendido así, especialmente con lo que deben ser “actividades recreativas”. ¿Cómo te va a divertir algo que no te gusta? Todavía más inaceptable –pienso yo- es obligar a un muchachito a pelearse con otros para quitarle un balón y tirarlo en un canasto.

Pude neutralizar el “castigo” de jugar baloncesto hasta que Mi Hijo Favorito de los Mayores cumpliera los 5. Ya para entonces, su Súper Papá había localizado una escuela con el temido “castigo”: clínicas y competencias de baloncesto para bebecitos de 5 años. “¡Horror!”, dijo la Mamá Gallina, “de ésta, el nene no se salva”.

Entonces, le pedí apoyo a mis padres, “los Agüelos de San Germán”, un pueblo de larga tradición de triunfos en el baloncesto con su equipo de “Los Monstruos Anaranjados”. Durante ese verano de “Camp Agüela”, les asigné la tarea de llevarlo a juegos del campeonato nacional, como hacían con nosotros. De paso, que le explicaran las reglas “en vivo”. El “crash course” incluiría los pitidos de mi madre y el vicio de mi padre de llevar un radio portátil para escuchar la narración de su comentarista favorito.

De regreso a casa, tras el verano “Camp Agüela", ya estábamos listos para que Súper Papá lograra su hazaña, pero nos dimos cuenta que todos los esfuerzos fueron en vano.

No le gustó y punto.

*La saga continúa…

martes, 14 de junio de 2011

Súper Pápa: "motivador" del deporte del aro y el balón (I)

Si mi esposo no hubiera tenido hijos varones, con el mismo empeño hubiera instado a sus hijas hembras a jugar baloncesto. ¿Dije “instado” y “con el mismo empeño”? Pues no. La verdad es que los/las hubiera “obligado” de igual manera.

Lo debí haber intuido desde antes de casarnos, cuando por encestar un canasto le cortó la cara a un colega periodista, ¡de un codazo! O cuando un editor me dijo en las gradas que mi esposo “se movía" bien en la cancha, "a pesar de estar gordito”. O cuando nos mudamos a un vecindario de matrimonios jóvenes y él organizó un torneo de baloncesto con 4 equipos de enanos.

Con cada aborto espontaneo que sufrimos, sé que además de la pena de que se nos malograra un bebito, a él se le prolongaba la espera a ser papa/coach de un enan@ que se le pareciera. Con nuestro primer hijo - un hermoso bebé que el Cielo nos tenía guardado en una estrella- revivió su afán de tener un baloncelista “in house”.

Antes de pararse, ya el niño contaba con unos mini tenis y una bola más grande que su cuerpo. Me opuse a los tenis porque entiendo que en nuestro clima los bebitos están más cómodos sin zapatos. Tan pronto el enano se puso de pie… ya no tuve excusas. Eran unos micro Converse negros. Me complació al comprarle un canasto y una bola de juguete, apropiados para infantes.

Me opuse a matricularlo en “clases de baby baloncesto”… primero porque no había; segundo, porque no quería que él se las inventara; y mi mejor argumento: “es más apropiado que por su seguridad, los infantes aprendan a nadar que a fajarse en la cancha, arriesgándolo a que le corten la cara de un codazo”.

¡Un golpe bajo genial! Así soy cuando se atenta contra mi naturaleza de Mamá Gallina.