Queridos Hijos Favoritos:
Existe una cosa que en español se
llama "temple" y no significa ”templo”, como pudiera ser en inglés.
Se trata de una especie de
serenidad que te permite aguantar cada sofocón injusto de parte de alguien;
especialmente de los jefes. ¿Qué por qué les hablo de esto hoy?
Sencillamente porque ambos han
pasado malos ratos en sus respectivos trabajos, y por la forma en que anoche me
describió el último incidente el Favorito de los Menores, creo que se hace más
que pertinente.
Antes que todo, bienvenidos al mundo de los adultos. Aunque no es un comportamiento estandarizado, lo van a volver a experimentar.
Lo que me preocupa la manera en que me explicó
lo que pasó y cómo se sintió. No quiero que les dé un soponcio y terminen en
una Sala de Emergencia por cuenta de un ataque de alta presión, ni de la
golpiza que les pueda dar un guardia de seguridad de sus respectivos centros de
trabajo.
Yo no les puedo hablar mucho del temple,
porque no nací con ese chip. Lo he tomado prestado en casos de emergencia
cuando ejercía mi profesión de periodista. La frustración de no poder probar
que una persona defalca las arcas gubernamentales, laceró mi bilis y casi boto
baba verde por la boca.
Pero miren a Su Santo Padre, su
éxito en el mundo de las ventas se debe a que cuando un cliente le dice de
lejos que “no lo puede atender”, él se hace el desentendido. Se le acerca y le
da las gracias por decirle que “no se fuera porque lo quería recibir”.
Digo, ese es un buen truco de
ventas. Pero es una forma de explicarles que no pierdan la paciencia en los
trabajos para que no se les pierda la baba verde.
Nunca les compré Slime, y es
tarde para jugar con esa babosería verde. Así que temple, hijos de mi alma. Aunque nunca esta demás ir a orar a un templo
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