Se atreven a seguir mis locos desmadres...

domingo, 1 de agosto de 2010

Cómo de rápido crecen ‘Esos locos bajitos”

Todavía no había bajado de una estrellita mi primer loco bajito, cuando Serrat grabó en el 1981 el álbum “En Tránsito”. En tránsito hacia la maternidad estaba yo cuando tarareaba la “divertida” canción.

Del 1985 hasta el día de hoy, hemos vivido la realidad de la canción. Suerte que en vez de decirle que no jodiera con la pelota, corrimos a jugar con ellos. Una bendición que nos diéramos cuenta de que no los podíamos frustrar porque llegaron con el chip de “indomesticables”. Y orgullosos estamos de haberles inculcado que se aprende de los errores propios; que las agujas del reloj avanzan, que queremos que alcen vuelo… pero que sepan que siempre estaremos tan cerca como ellos lo permitan.

*”Esos locos bajitos” (Joan Manuel Serrat)

A menudo los hijos se nos parecen,
así nos dan la primera satisfacción;
esos que se menean con nuestros gestos,
echando mano a cuanto hay a su alrededor.

Esos locos bajitos que se incorporan
con los ojos abiertos de par en par,
sin respeto al horario ni a las costumbres
y a los que, por su bien, hay que domesticar.

Niño,
deja ya de joder con la pelota.
que eso no se dice,
que eso no se hace,
que eso no se toca.

Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma,
nuestros rencores y nuestro porvenir.
Por eso nos parece que son de goma
y que les bastan nuestros cuentos
para dormir.

Nos empeñamos en dirigir sus vidas
sin saber el oficio y sin vocación.
Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones
con la leche templada
y en cada canción.

Niño,
deja ya de joder con la pelota.
que eso no se dice,
que eso no se hace,
que eso no se toca.

Nada ni nadie puede impedir que sufran,
que las agujas avancen en el reloj,
que decidan por ellos, que se equivoquen,
que crezcan y que un día
nos digan adiós.

*Del álbum titulado En Transito (1981).

(Foto x Cass, del álbum familiar... "Loco bajito #2")


jueves, 29 de julio de 2010

Besos de mano a mano, pulgada a pulgada (Mami-puleo Parte I)

Las películas influyen enormemente en las mentecitas de los locos bajitos, y Mi Hijo Favorito de los Menores no es una excepción.

Hasta las películas “feas” produjeron efectos hermosos en el enano más enano; el más pasional de la familia, después de su Madre, que soy yo. Esos “efectos”, también rebotaron en mí.

“Adams Family”, por ejemplo, aportó un gesto que el hoy muchachote de 20 años ha convertido en costumbre, especialmente cuando estoy brava con él.

En una de las escenas, Gómez -personificado por el genial Raúl Juliá-, ejecuta un baile con su esposa, Morticia; interpretado por la no menos genial, Angelica Houston. Al iniciar la escena en la que la pareja de simpáticos monstruos aterradoramente enamorados, Juliá besa a su esposa desde la punta de la mano derecha, hasta la punta de la mano contraria. Lo hace pulgada a pulgada, pasando por brazos, el cuello y nuca. Mmmmmm... Continúa brazo abajo, por la misma ruta, y luego en reversa anatómica, hasta que ella lo acaricia con una cachetada.

¡Divino! Una mujer ve la gloria con semejante besazo largote.

De labios inocentes y rostro infantil, ojazos negros con pestañas que descubrieron el truco de hacer cosquillas… ¡ni se diga! Ese ritual de beso "a lo Gómez", es, todavía hoy, uno de los trucos preferidos del Mi Hijo Favorito de los Menores. Lo ejecuta lo mismo con cara rasurada o no, cuando se trata de manipular a Mamá, que soy yo. Lo intenta también el padre… a veces con los efectos esperados. (Foto, de la Gueb)


miércoles, 28 de julio de 2010

Son casados si hay besos en la boca… o en la trompa (En el cine II)

Hay besos, y, ¡HAY BESOS!

Desde niños, nuestros hijos supieron distinguir unos de los otros y a verlos naturalidad. Pero como no todos los niños son iguales, Mi Hijo Favorito de los Menores siempre identificó los besos en la boca entre hombre/mujer como una muestra de amor de parejas “casadas”. Cuando veíamos a una parejita de enamorados besándose, Mi Hijo Favorito de los Menores gritaba: “¡Mamá, Papá! Esos dos están casándose!”

El comentario llegó a ser tan predecible, que llegó el momento en que no le prestamos importancia. Nos lo decía a nosotros, a los abuelos de San Germán; a los tíos y a sus respectivas parejas cuando nos besábamos en la boca auque fueran “besos de piquito”. En fin, que ya era algo normal; como normal era que lo dijera cuando estábamos en familia, o en el auto.

Pero en el cine… la primera vez que lanzó el grito de que una pareja se estaba “casando con un beso” fue en una película romanticona, y, ¡qué rayos!

El público se rió, nos miró, y ahí quedó todo. Tal como sucede en las película romanticonas, las escenas de besos apasionados abundaron seguidas de los gritos del muchachito. O sea, besos/gritos; besos/ gritos… Como lo poco divierte y lo mucho enfada, nuestros vecinos en la oscuridad se fueron molestando cada vez más… mientras nuestra vergüenza incrementaba.

Tratamos en aplacar el apasionado puritanismo del muchachito, pero no había forma; ni amorosamente y ni tapándole la boca. Entonces berreaba con la boca tapada. Lo que faltó fue incrustarle los dientes de leche en la encía.

El padre sacó al niño al tercer grito del “matrimonio’.

El cuento largo, en corto: cuando salimos del cine nos miraron a ver si éramos puritanos Cuákeros.

Por supuesto, no volvimos a ese teatro. Aunque siempre llevábamos a los niños a todas parte, sólo llevábamos al chico a películas de niños, Creyéndonos a salvo, el puritanismo de Mi Hijo Favorito de los Menores reincidió cuando en Lady and The Tramp los perritos chuparon el mismo fideo de espagueti y se dieron besitos de trompa, pero ya entonces, todos los niños hacían comentarios en voz alta.

(Foto, del Web)

Popcorn, oscuridad y caricias prohibidas (En el cine I)

Con luz, o sin luz; con testigos, o sin ellos, somos una familia de mucho tacto. "Tacto", en el sentido del sobeteo, de las caricias, de lo sensorial físico. Somos unos tocones. Viciosos acariciadores. Nos pasamos la mano por la cabeza, cara, orejas, cuello y brazos.

Nos hacemos cosquillitas en la sien, en la nuca; nos besamos la frente, la cabeza, la barbilla. Nos sobamos -como panaderos- brazos y piernas. Nos damos masajes en los dedos de los pies y los de las manos... pero nuestro "punto de alegría" está en las orejas. Las más suaves son las de Papá y enano más enano. Doblan fácil. Las orejas de Mamá y enano mayor no doblan tan fácil. Nosotros nunca hemos disimulado besos, abrazos, apretones, o palabras dulces; ni en público, ni en privado.

En el cine, siempre tuvimos un orden de acomodo: Mamá entraba primero, después los enanos y al final Papá. Especifico detalles de caricias, orejas y cine para ubicar en el contexto familiar una experiencia que ya es chiste:

Una sola vez –que nunca se repitió- Papá entró primero a la fila del cine y se sentó con el enano más enano sobre la falda. Medio anestesiado de sueño, y acostumbrado al sobeteo, el chiquillo extendió la mano derecha y la posó en la oreja de una joven cuya identidad no quisimos averiguar. Durante parte de la película, el enano más enano se dedicó a acariciarle la oreja. Ella se dejó. Mientras el chico dormitaba, mi esposo lo pasó al lado izquierdo de su pecho. No fue hasta ese momento cuando se dio cuenta de lo que había sucedido durante parte de la película, y le pidió excusas a la chica. El “no se preocupe” de ella no se hizo esperar. Terminada la película, salimos "más rápido que ligero". Llegamos casa con "dolor en la cara" de tanto reírnos.

Desde entonces tenemos nuestro “private joke” sobre el evento. No recordamos la película, pero la costumbre del chico de acariciar la oreja de la chica del lado es parte de las historias familiares.

Mientras no lo haga mi esposo, “no hay problema”, como decía Alf.

(Foto, del Web)

domingo, 25 de julio de 2010

A horcajadas sobre mi pecho

Como canción de domingo no tiene precio. Durante muchos años, cuando era feliz e indocumentada (entiéndase soltera y sin compromisos), estuve bajo el hechizo de “Mi caballero”, el poema de José Martí en voz de Laredo, un magnífico grupo español que hoy parecería primitivo.

De niña conocí autor y poema, pero Laredo me dio la oportunidad de saborearme las letras del cubano en son y guitarras de los españoles. Divina combinación. Corría la década de los 70 del siglo pasado cuando yo escuchaba y escuchaba a Martí en voz de Laredo. Mediante “la magia” del LP en casa, y del 8-Track en un Datsun color verde en ruta a la universidad. Pasé la música a una grabadora enorme, de cintas, antes de darme cuenta que serían sustuídas por los cassetes.

Entonces llegó Mi Hijo Favorito de los Mayores. “Mi caballero” pasó a ser otra de mis canciones de cuna, especialmente los domingos por la mañana, cuando enamorados de la pereza nos regodeábamos los tres en la cama de agua tamaño King. Yo le cantaba al entonces bebito que se sentaba a horcajadas sobre el pecho de su papá y lo espoleaba sin piedad hasta marearnos con el oleaje de la cama.

Un sábado de tiendas de música me reencontré con un CD doble de Laredo y creo que lloré de la emoción. Lo compramos lo cantamos y lo cantamos aún años después. Cuando llegó Mi Hijo Favorito de los Menores, llegó la iPod… y ahí apresé a mi caballero.

En éstos días me he puesto nostálgica (fácil empresa) y me ha dado con tarareársela al “caballero” de 25 que dice que no recuerda ninguna canción de cuna. Dentro de un mes vemos a Mi Hijo Favorito de los Menores, y también se la cantaré. Para que el castigo no sea tan fuerte, será mediante mi iPod.

Hoy, Domingo de Canción, no he podido conseguir la versión original de los Laredo en YouTube, ni he logrado bajarla de mi iPod a Blogger. Quien la quiera escuchar, me la pide por e-milio (en un mensaje que deba advertir que es "privado"), y se la envío en attach. Como premio de consolación, les paso un multimedia que la reproduce con otro juego de tonos musicales -tristes y oscuros- por cierto. Además, la letra del poema. Una observación: no tiren los niños al aire. Me pone mal.

Mi caballero

(por José Martí)

Por las mañanas
Mi pequeñuelo
Me despertaba
Con un gran beso
Puesto a horcajadas
Sobre mi pecho.
Bridas forjaba
Con mis cabellos,
Ebrio él de gozo,
De gozo yo ebrio.
Me espoleaba,
Mi caballero:
¡Qué suave espuela
Sus dos pies frescos!
¡Cómo reía
Mi jinetuelo!
Y yo besaba,
Sus pies pequeños,
¡Dos pies que caben
En solo un beso!


sábado, 24 de julio de 2010

Llamo a Herodes y no me avergüenzo

“¡Ayúdame Virgen de la Macarena!”, decía la abuela materna de mis hijos cuando mis hermanos daban guerrilla. “¡Por las alpargatas de San Cristóbal!”, vociferaba el bisabuelo de los futuros nietos de mi esposo.

Ninguno era español, pero esos alaridos de petición cristiana-apostólica-romana durante momentos de impotencia ante las viles estrategias de guerrilleros infantiles, eran su forma de expresar molestia.

De mi parte, que nadie espere eso. Con lo cristiano-apostólico no tengo problemas. Pero prefiero exigir a lo romano, sin pedir ayuda, ni jurar en vano.

Es que cuando escucho a un niño pegar gritos y pataletear en una tienda porque quiere que le compren algún dulce, o juguete, reclamo por la presencia inmediata del rey asesino de infantes con dos palabras bien pronunciadas, de manera que las entiendan creyentes, ateos, historiadores, y todos por igual:

“¡Ven Herodes!”

La frase puede ser sustituida por ¡Ay Herodes!, ¡Gran Herodes!, ¡Aquí Herodes!”, entre otras modalidades. Ello, sin importar que los gritones malcriados sean machos primogénitos de menos de un año de edad.

Juro –aunque no valore los juramentos- que ninguno de mis Hijos Favoritos se atrevió a hacerlo (en mi presencia). Estoy segura de que en algún momento vieron dos ojos verdes desorbitados antecedidos a un regañito bobo y no quisieron experimentar ese calor verde/rojo que de seguro provocaría actos más atrevidos.

Hoy, los pobrecitos, si están conmigo cuando a un hijo ajeno le da una pataleta, se retiran como quien no quiere la cosa y miran “distraídos” en otra dirección porque saben que en voz alta (ahora con más decibeles) voy a exigir la presencia inmediata de Herodes. Como estoy segura de toda seguridad que son muchos los que querrían hacerlo y no se atreven... ¡grito por todos!

“¡Ven Herodes!, ¡Cara-de-ajo, y que sea ya!”

(Ilustración, del Web)

viernes, 23 de julio de 2010

¡Felicidades!, ya eres Hermano Mayor

Estoy segura de que cuando nace el primer hermanito debe ser “un golpe de estado emocional ” para un enano de 4.5 años. Yo no sé cómo sobreviví el trauma cuando nació el primero de mis 5 hermanos. Pero cuando nos tocó el papel de ser padres de un segundogénito, asumí -muy en serio-las riendas de una planificación estratégica anti posible trauma.

¡Había escuchado tantos cuentos de horror! El 11 de diciembre de 1989 enviamos un regalo especial a Mi Hijo Favorito de los Mayores al Montessori Rosado (no por el color, y sí por el apellido de Maestra Glenda).

Habíamos planificado para que la vecina dueña de una floristería, le llevara a la escuelita una canasta repleta de “cosas de nene grande” : libros apropiados para “niños mayores”; un juego de sábanas de Batman, dos imanes; una lupa, una colección de canicas “raras”, piedras semi preciosas, un lápiz hecho con la rama de un árbol, un chupete (para callar al hermano) y un perrito de peluche con orejas largas y anchas y expresión triste. El perrito estaba dentro de un enorme globo azul. Fué bautizado como Kékum aunque que nunca supimos cómo entró al globo. La canasta, que parecía mágica, incluía una caja de legos “de nene grande”, y una nota con las instrucciones y razones de cada regalo.

Cuando el Hermano Mayor llegara a la casa con la abuela Isabel encontraría la habitación transformada con cama de nene grande. Escritorio y tablillero sustituyeron la mesa de cambiar culeros y el sillón del “duérmete bebé". El Hermano Mayor no sintió que la arrebataran sus pertenencias porque ya estaba advertido que eran innecesarias para él. Le habíamos explicado que durante los primeros días el bebé chupaba teta, lloraba, gritaba, cagaba, orinaba, vomitaba y dormía. Que él había hecho lo mismo, y que no tenía que mirarlo con la lupa, que era cuestión de paciencia.

Habíamos comprado “regalitos” de nene grande para que los visitantes que le traían regalos al bebé lo felicitaran. Tan bien se sintió Mi Hijo Favorito de los Mayores, que cuando llegó Mi Hijo Favorito de los Menores se sinceró frente a todos: “Es más divertido ser hermano mayor que bebé. ¿A mí me fue igual de aburrido por no tener hermano mayor?

Años después supo que no era tan divertido...