Se atreven a seguir mis locos desmadres...

domingo, 6 de noviembre de 2011

"¡Que no es una casa, que es un bote!"

El espíritu de Sancho Panza siempre ha estado en casa... manifestado de muchas formas. Esta en particular, la explico despacito aunque no sea un issue complicado: creo en los intercambios estudiantiles. Por eso envié a París a mi Hijo Favorito de los Mayores en contra de la voluntad de muchos. Me explicaron que iba “a la casa” de una familia “típica parisina de clase media" -como nosotros- y, que vivían “en una casa pequeña”. El chico –de 15 años, al igual que el nuestro- estudiaba en un colegio jesuita.

Nosotros somos una familia asalariada típica de clase media que estira el peso y se rasca el bolsillo para pagarle la mejor educación a nuestros hijos: mi esposo es representante de ventas y yo, periodista. Ambos dejamos el pellejo en la calle. Nuestra casa, es un hogar normal, enclavado en un terreno tan pedregoso, que hubo que dinamitarlo.

Hasta ahí, santo y bueno. No supimos mucho de nuestro hijo una vez llegó a Paris. Solo que todos estaban bien y muy contentos con sus respectivas familias. Usábamos un sistema de llamadas “económicas”, cuyo nombre se me escapa. Lo sugirió Line, la maestra de francés que coordinó el intercambio. No teníamos celulares, y nuestro hijo no aparecía. En la “casa pequeña” no había teléfono ni línea de internet. De todas formas, no conocíamos Skype. Por la red de las madres histéricas que enviamos a nuestros hijitos amados "al otro lado del charco" a aprender francés, me enteré que "la casa pequeña", ¡era un bote! Para llamarnos de un teléfono público nuestro principito debía atravesar un sector de reputación dudosa.

En ese momento me vino un “flachazo”: la imagen de Sancho haciendo entrar en razón a su jefe: “Don Quijote, que no son gigantes, que son molinos”. Mi hijo me diría: “Mamá, tranquila… que no es un bote cualquiera, ¡es una casa-bote!”

A su regreso, el chico nos contó las maravillas de haber dormido mecido en el Sena y mirando la Torre Eiffel vestida de luces desde la pequeña ventana del minúsculo camarote que fue su habitación; del baño y de las maniobras que hacía para descargar.

Su experiencia fue la envidia de todos los compañeros, que lo visitaron más de una vez. Su familia fue la única en celebrar el Día de Pentecostés paseando río arriba hasta llegar a un islote donde se festejó con comida en abundancia y música; una escena muy similar a la escena de la fiesta en “Chocolat”…

6 comentarios:

la MaLquEridA dijo...

Tu hijo favorito ha de estar muy agradecido con esa familia pero les debe a ustedes todo lo que es.


Besos Amigochita, tengo algo que decirte.

Cassiopeia dijo...

Seguro que siiiii!
Le pienso cobrar (jejeje)...
Amigocha, esta noche estaré on line!

Blanca dijo...

Hola Cassiopeia, solo un saludo. Buenas.

Cassiopeia dijo...

Pues abrazotes para ti! Con todo el cariño del mundo!

Soñadora dijo...

Ese viaje debe haber sido para tu hijo una gran aventura, dudo mucho que lo olvide!
Besos!

Cassiopeia dijo...

¡Ay Soñadora! Yo tampoco lo olvidaré mientras viva.
Con él me gradué de lo que serían muuuuchos viajes de Intercambio que incluyeron amoríos con chicas estupendas.